Si creciste en la era de Internet, seguramente recuerdes buena parte de los memes que marcaron tu infancia o tu adolescencia. En los 90, no podíamos parar de mover las caderas al ritmo del baile del hámster. En los 2000, empezó la fiebre de los Roxbury Guys moviendo la cabeza al ritmo de What is love. A principios de la década de 2010, medio mundo estaba tan obsesionado con la moda del Harlem Shake que cada 21 segundos aparecía una nueva versión de este meme en YouTube. Al fin y al cabo, la cultura de la Red sigue basándose en los mismos ejes: atraer la atención de los usuarios y conseguir el mayor número de visualizaciones posible. Lo único que ha ido cambiando y adaptándose a lo largo del camino ha sido nuestra forma de acceder al contenido.
Ahora que cualquiera con un teléfono y algo de tiempo libre puede compartir sus propias creaciones con el resto del mundo, no todo lo que se publica en Internet es entretenido, sirve para algo o tiene un mínimo de sentido. Algunos vídeos han sido diseñados con un único objetivo, que es el de mantenernos pegados a la pantalla permanentemente al dictado del algoritmo. Estos contenidos —que a menudo se caracterizan por incluir una gran cantidad de ruido y en los que el argumento suele ser estrambótico, repetitivo o prácticamente inexistente— se han vuelto tan habituales que ya se ha acuñado un nombre propio para referirse al fenómeno: «brain rot» (en inglés, literalmente, «síndrome del cerebro podrido»).
Pero ¿qué es exactamente el brain rot, y por qué es importante que los padres seamos conscientes de los riesgos que conlleva?
¿Qué es el denominado «brainrot» o «síndrome del cerebro podrido»?
El concepto de «brain rot» surgió de la cultura de Internet como un término paraguas que abarca un tipo de publicaciones muy concretas: imágenes y vídeos cortos, repetitivos, poco elaborados o bizarros cuya intención es captar instantáneamente nuestra atención, pero que tienen poco que aportarnos desde el punto de vista del contenido. Suelen aparecer uno detrás de otro en rápida sucesión, y muchas veces nos parecen absurdos, sobrecargados o excesivamente impactantes.
La frase se utiliza también para hacer referencia al impacto que ejercen esta clase de publicaciones sobre nuestro cerebro. Si alguna vez has oído decir a tus hijos que un vídeo «les ha freído las neuronas», seguramente se trate de una broma, pero lo cierto es que esta expresión encierra una parte de verdad: pasar demasiado tiempo viendo estos contenidos puede hacernos sentir más irritables o afectar a nuestros reflejos mentales. En el caso de los niños y los adolescentes, que son los que más tiempo suelen estar expuestos a estos vídeos, el síndrome del cerebro podrido puede afectar negativamente a su capacidad para concentrarse, vivir el presente o disfrutar de actividades más reposadas o que requieren un mayor grado de atención por su parte.
El fenómeno del brain rot —tanto el contenido que lo provoca como el propio concepto en sí— ya ha empezado a formar parte de las conversaciones cotidianas y la cultura popular: el término fue seleccionado como palabra del año por la Universidad de Oxford en 2024, y a lo largo de este 2025 cientos de profesores de todo el planeta han observado perplejos cómo sus alumnos empezaban a preguntarles cuál era su animal preferido de un fenómeno bautizado oficialmente como «brainrot italiano».
¿Qué es el «brainrot italiano»?
«Tung tung tung sahur», «tralalero tralala», «Ballerina capucina». Si tu hijo ha estado repitiendo últimamente alguna de estas combinaciones de palabras en sus conversaciones, no es que esté aprendiendo un idioma nuevo (bueno, en cierto modo sí), sino que se refiere a los personajes y los animales que suelen protagonizar los vídeos del «brainrot italiano». Esta moda viral suele ser una mezcla de varios elementos, cada cual más estrafalario: voces que imitan el acento italiano y vídeos generados mediante IA en los que los protagonistas son objetos inanimados cruzados con animales, como un tiburón con unas zapatillas Nike o un bate de béisbol con cara, brazos y piernas humanos.
Al igual que sucedía con la moda de la saga de Skibidi Toilet, que consiguió que niños de todo el mundo corearan la canción del personaje entre clase y clase, el fenómeno del «brainrot italiano» es al mismo tiempo pegadizo, grotesco y ridículo. Cada animal cuenta con su propio trasfondo y una coletilla característica, lo que significa que los más pequeños pueden repetir las frases más divertidas y conectar con otros niños a través de los orígenes de los diferentes personajes. En general, estas modas suelen ser inofensivas, pero demuestran hasta qué punto pueden llegar a ser adictivos para nuestros hijos algunos de los contenidos y los comportamientos que fomentan las redes sociales, lo que nunca es saludable si se convierte en un hábito recurrente.
¿Cómo acaban nuestros hijos expuestos al brain rot?
Estos contenidos suelen proliferar en las plataformas de vídeos cortos, como TikTok, Instagram Reels o YouTube Shorts: aplicaciones específicamente concebidas para animar a los usuarios a consumir una frenética sucesión de clips que compiten por nuestra atención a golpe de clic. Sin embargo, el síndrome del cerebro podrido se ha vuelto tan habitual que el fenómeno ya no se limita exclusivamente al mundo digital.
Este tipo de contenidos se difunden rápidamente, y en el caso de los niños, tarde o temprano acaban formando parte de su vida cotidiana a través de las conversaciones, los chistes y los juegos que comparten en el patio del colegio. Aunque tus hijos no suelan pasar demasiado tiempo en Internet o no utilicen las redes sociales, es fácil que entren en contacto con las modas de la Red y los contenidos brain rot virales a través de sus amigos, sus familiares o de otras plataformas digitales como Roblox y los vídeos de YouTube convencionales. Al igual que muchos de nosotros nos tomamos el título del vídeo de The Crazy Frog, The Annoying Thing (literalmente, «la cosa más molesta)» como un desafío, y la melodía terminó persiguiendo a padres, profesores y a cualquier desconocido desprevenido que recibiera accidentalmente el vídeo, los efectos de sonido aleatorios, las muletillas y las canciones suelen traspasar la frontera entre el mundo digital y el real antes de que nos demos cuenta.
¿Por qué a nuestros hijos les encanta el brain rot?
It’s a good idea to repeat what your kids say throughout the conversation, to reflect their thoughts back, show interest in the different points they might raise, and try to avoid interrupting them or criticizing the way they think. On the other hand, as parents, we shouldn’t be afraid to share our thoughts with our kids, to create an environment where everyone feels they can share and their views are worth listening to. We have to be able to exchange opinions freely, even when they’re different.
Si aún no has conseguido encontrarle la gracia a este tipo de contenidos, es normal; se trata de una cuestión generacional. Desde el punto de vista de los adultos, estos vídeos pueden parecer absurdos o simplemente molestos. En el caso de los niños y adolescentes, sin embargo, la experiencia que ofrecen es muy diferente. Para el público más joven, estos clips resultan extrañamente satisfactorios: duran poco, se pueden entender sin apenas esfuerzo y ofrecen una dosis rápida y directa de entretenimiento.
Los vídeos tipo brain rot suelen caracterizarse por ser impredecibles —de ahí que a nuestros hijos les cueste apartar la vista de la pantalla— e incluir sonidos estridentes, un estilo de humor surrealista y conceptos tan bizarros que tarde o temprano terminan por atraparnos. Si añadimos la IA a la mezcla, es fácil crear fenómenos virales en cuestión de segundos con vídeos e imágenes a partir de ideas relativamente sencillas. Esta clase de contenidos parecen divertidos y originales, y el hecho de que los adultos no les vean demasiada gracia hace que resulten aún más atractivos para los más jóvenes, ya que funciona como una suerte de broma privada y les permite sentirse parte de una cultura digital común que contribuye a fomentar un cierto sentido de comunidad.
Además, el atractivo de estos vídeos va más allá del mero componente social. Esta clase de publicaciones explotan el sistema de recompensas de nuestro cerebro y ofrecen a nuestros hijos la posibilidad de disfrutar de una explosión de estímulos rápida y fácil de asimilar. El hecho de poder acceder a nuevos contenidos con solo deslizar la pantalla les impulsa a seguir desplazándose por la cronología en busca de otra dosis de dopamina. Con el tiempo, este flujo constante de entretenimiento puede acabar generando una suerte de «dependencia» en el cerebro, ya que genera constantemente estos bucles rápidos de gratificación. También puede provocar que otras actividades más pausadas o que requieren un mayor grado de concentración les parezcan aburridas en comparación.
Eso significa que, aunque a primera vista el brain rot pueda parecer un fenómeno relativamente inocuo o banal, es la herramienta perfecta para que las redes sociales y las plataformas de Internet nos mantengan enganchados: genera una sensación de gratificación instantánea, proporciona una sobrecarga sensorial y nos ofrece una forma de conectar con las personas que nos rodean, aunque sea de forma digital.

¿El brain rot puede llegar a ser peligroso de algún modo?
Aunque es posible que este tipo de vídeos empezaran como una broma, el denominado «síndrome del cerebro podrido» puede tener consecuencias bastante serias. Los aspectos peligrosos y perjudiciales del brain rot no son exclusivos de estos contenidos, sino que van asociados a las redes sociales y el contenido digital en general, y al impacto que ejercen sobre la forma en que los niños y los adolescentes piensan, sienten y actúan.
Estas son las razones por las que es importante que los padres seamos conscientes de la existencia de este fenómeno:
1. Puede tener un impacto negativo sobre la capacidad de atención
Los niños que pasan mucho tiempo viendo vídeos cortos de carácter frenético pueden tener más dificultades a la hora de concentrarse. Algunos estudios asocian el consumo de estos clips breves con dificultades a la hora de llevar a cabo tareas escolares basadas en la memorización, ya que estos contenidos perjudican la capacidad de atención de los alumnos y pueden llegar a provocarles problemas de memoria.
2. Puede contribuir a generar una sobrecarga sensorial
Cuando los más pequeños descubren un medio de entretenimiento capaz de ofrecerles constantemente una nueva dosis de contenidos, llega un punto en el que pueden acabar saturados. Cuando consiguen salir del bucle, esta sobrecarga puede provocar que se sientan aturdidos o inquietos, como si se hubieran visto obligados a asimilar una ingente cantidad de información, pero fueran incapaces de especificar exactamente qué es lo que han visto.
3. Pasar demasiado tiempo viendo un vídeo tras otro puede afectar a su calidad de sueño
Estar expuestos a contenidos estimulantes puede tener un impacto negativo sobre el descanso de nuestros hijos, sobre todo cuando utilizan estas aplicaciones antes de acostarse. Si hay una cosa que tanto los niños como los padres necesitamos, es dormir, y la falta de sueño puede alterar nuestro estado de ánimo, incrementar nuestros niveles de estrés y perjudicar nuestro bienestar general.
¿Qué podemos hacer los padres para paliar sus efectos?
Como sucede prácticamente con todos los aspectos de Internet, la clave es encontrar el equilibrio y ayudar a nuestros hijos a desarrollar unos hábitos digitales saludables. Evitar que estén expuestos a este tipo de contenidos es muy difícil, ya que incluso aunque ellos no suelan utilizar las redes sociales, las modas virales encuentran un camino para llegar al mundo real antes siquiera de que podamos parpadear.
A continuación, encontrarás algunas recomendaciones para ayudar a tus hijos a adquirir unos hábitos de visionado más saludables:
1. Supervisa el contenido al que acceden en Internet
Comprueba qué tipo de contenido consumen tus hijos en la Red. Aunque no tengan acceso a las redes sociales, hay muchas formas de que estén expuestos a los vídeos cortos incluso sin tener una cuenta. Las plataformas como YouTube incluyen sus propios controles parentales, pero si deseas ofrecerles una protección más completa que abarque los sitios web y las redes sociales, puedes considerar la posibilidad de utilizar una herramienta de bienestar digital como Qustodio para bloquear aplicaciones, controlar qué vídeos han visto y supervisar el contenido de sus búsquedas.
2. Habla abierta y periódicamente con ellos
Si quieres obtener más información sobre lo que hacen tus hijos en Internet, la mejor estrategia es preguntarles directamente a ellos. A algunos niños les encanta tener la oportunidad de «educar» a sus padres sobre los temas de moda del momento, mientras que otros tienden a mostrarse más reservados en este aspecto. Es importante que normalices esta clase de conversaciones y que te asegures de que comprendan que pueden acudir a ti si tienen alguna duda, buscan información o necesitan ayuda con algún aspecto de su vida digital.
3. Limita el tiempo que pueden pasar delante de la pantalla
Establecer unos límites saludables al respecto permite a los niños desconectar y disfrutar de otras actividades no requieran el uso de los dispositivos digitales. También les ayuda a elegir de forma más consciente el contenido que consumen y a desarrollar una rutina equilibrada que les permita disfrutar de lo mejor de ambos mundos.
4. Evita que utilicen la tecnología con la puerta cerrada
Siempre que sea posible, asegúrate de que utilizan los dispositivos electrónicos en las áreas comunes de la casa, especialmente si aún son pequeños. Si permites que utilicen a solas el teléfono, el ordenador o la tableta, te resultará más complicado supervisar su actividad y habrá más probabilidades de que terminen expuestos a contenidos inapropiados, lo que puede provocar que se asusten o se angustien todavía más si no están acompañados.
5. Establece una rutina a la hora de acostaros
Utilizar el iPad o el teléfono antes de irse a la cama puede perjudicar la calidad del sueño de nuestros hijos, y los vídeos cortos resultan especialmente adictivos en este sentido tanto para los niños como para los adolescentes. Guardar los teléfonos y otros dispositivos electrónicos fuera del dormitorio puede contribuir a mejorar su descanso, y establecer una rutina antes de acostarse les ayudará a formarse unas expectativas claras y a desarrollar unos hábitos saludables.
The role of AI as a trusted companion is both positive and negative: for some people, using chatbots to get advice and talk about things they don’t feel comfortable discussing with others can be a useful avenue for them to explore their feelings and get feedback. Young people may like the fact that AI chatbots don’t judge, and they’re positive by design, often flattering or repeating users’ ideas in a way that makes them feel validated. That said, relying on AI over human connection can become problematic – bots aren’t people, and reliance on them can push aside genuine social connection and affect the way we interact with others in the real world. Explorations of how people use AI for emotional support are beginning to show that extensive use of AI chatbots may correlate to higher feelings of loneliness, and less socialization in the real world.
Mostrar interés en las aficiones de tus hijos e implicarte de forma activa en su vida digital es una buena forma de entender qué modas les gustan, algo que a su vez es fundamental si quieres concienciarles de la importancia de elegir contenidos más positivos y acompañarles mientras disfrutan de ellos. Mantenerse al día de las últimas novedades en las redes sociales y los fenómenos virales no siempre es fácil, pero si mantienes una actitud proactiva, muestras empatía y mantienes la mente abierta, podrás crear un entorno seguro y reconfortante en el que tus hijos puedan explorar todo lo que les ofrece el mundo digital, desde nuevas oportunidades para divertirse y aprender hasta el lado más extravagante de la Red.